LAS MANOS

 

Se oyen unas campanas y un triste repicar.

La ley mordaza se aprueba.

Las pistolas eléctricas a punto de en mano para salir a asaltar.

La misma que azota, esconde y aprieta y ahoga y asesina.

Ésas son unas manos.


Luego hay otras manos.

Marcadas, en relieve por el cansancio,

resbalan por la almohada tras el pesar del día,

el goce del día o el absurdo del día.

Luego llega el día

y son esas manos

las que labran, las que rascan, amoldan, mueven, cosen y tapan, arreglan y producen, producen de día...

Este...

día...

y muchos más...

más son manos solitarias...

hartas y agotadas...

abandonadas por un cuerpo que no las acompaña,

una cabeza dividida,

un espíritu oprimido bajo el miedo...

se oyen campanas...

repicar...


Así las manos de lxs trabajadorxs

heridas, tras herida,

costra por encima de costra,

desdibujan sus vocales

para desaparecer en la indignidad.


Así las manos de lxs que oprimen,

estrechan, tras estrecha,

no dejar nada de aire

por encima de otras pieles,

olvidándose que son pieles,

todas células por igual.


AsÌ las manos de lxs presxs,

se desgarran, tras desgarradas

chocar contra los muros,

las paredes por encima

y por encima de toda autoridad.


Y mientras no comprendo nada,

me quedo con las manos

y las aíslo del resto...

Así esta noche,

las manos,

hacen suyas las campanas

y descienden lentamente,

pues sólo aisladas del resto

hacen suyo lo propio...

con toda dignidad...

Un triste repicar...

Mientras nadie las escucha...


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