LA MEMORIA DEL HAMBRE

 


Hablar desde la cabeza. Hablar desde el corazón. Mientras Nosfe se enrosca como una bolita a mis pies. Me miro desfigurada a topos por la luz del sol que deja atravesar la persiana de mi habitación. Algún pájaro me besa entre el sonido de alguna moto que circula en la calle de al lado de mi casa. Ha entrado el verano. Verano de 2023. Unos chiquillos juegan a la pelota en el parque mientras me pregunto si mis abuelos pasaron mucha hambre en la posguerra. Mi abuela siempre de negro, con su pañuelo negro, envolviendo su gran melena blanca en aquella cocina inmensa donde se me tenía prohibido entrar. Y yo bien chiquita apareciendo por la puerta y mirando a mi abuela sin comprender nada. Lo que sé es que me impresionaba su presencia. Su presencia no daba lugar a ausencias en casa. Su presencia era sentir que sin escuchar mucho su voz, alguien nos cuidaba. Dicen de mi abuela que tenía mucho carácter y que era muy seria. La muerte de sus padres y sus cinco hermanos durante la guerra, tensaban las comisuras de sus labios en su rostro hacía abajo, sólo hacía abajo. Sin embargo, la recuerdo sonriendo. O así es como mi mente la dibuja a través de un velo de fotografías que mi tío y mi madre me enseñaban. A mi abuelo lo recuerdo en el comedor hablando, siempre hablando.


Una taza de café decora la mesita de noche de mi habitación. En la nevera: patatas, carne, embutido, huevos, leche… La despensa llena. Y el “hambre” en mi mente. Y una punzada en mi estómago cada vez que pienso cómo tiene que ser no tener nada para comer. No poder conciliar horas de sueño por no tener alimento en el estómago. Que no comer te cause un dolor tan grande que para aliviarlo tengas que arrancar cal de las paredes para sentir algo de paz en tus tripas. Cocinar un caldo que no contiene ingredientes para la comida. Conseguir un hueso de jamón y usarlo sólo unos minutos para alquilarlo por unos peniques y compartirlo con otros vecinos que como tú están igual. Muertos de hambre. Así un día, otro.

A mi madre también la recuerdo sonriendo. Excepto cuando curvábamos las carreteras para llegar de visita al pueblo. Es entonces cuando en su rostro aparecía la misma expresión que la de mi abuela. Tirando de sus labios hacía abajo, sacrificio, esfuerzo y miseria. Kilómetros andando a través de los campos para conseguir cubos de agua para la casa. Itinerar por los campos. Y de nuevo “el hambre”. Mi madre no era de mucho comer. Con poquita comida su estómago se sentía muy lleno. Es algo he heredado de ella, porque a mí me ocurre igual. Ahora me pregunto si es posible la memoria del “hambre”.

Año 2023. Hay comida en abundancia. La basura sabe a comida más sobrada. Comida que desecha la industria, comida que desechamos como no apta. Dos kilos de pan por segundo que se tira en cada hogar, frente a las más de 800 millones de personas pasando hambre en el mundo.

Escuchas la palabra “hambre” como el que oye millones de otras palabras. Pero la juventud y las generaciones hereditarias de nuestros abuelos, a día de hoy, no tenemos ni idea de lo que es el alcance de esa palabra. No tener nada que comer, con un dolor constante en el estómago, sin poder dormir. De si conseguías unas lentejas, dejar de comer tú para dárselo a tus hijos, comer menos tú para compartir con los que quieres. Comer tan poco acaba afectando al sistema inmunitario, a coger muchas enfermedades causando una muerte inminente.

Año 1941. Amigos y conocidos de mis abuelos morían por “hambre”. Nos explican “había poca comida”. Lo que no nos llega es qué suponía que hubiera esa falta de comida y debido a quién y qué existía esa situación. “Cartillas de Racionamiento”. Durante más de 10 años miles de personas murieron de hambre por culpa de una dictadura y de un dictador. Este dictador decidía cuáles eran los alimentos de primera necesidad disponibles y cómo se repartían entre la población. La mano de un solo hombre tenía todo el poder para decidir quién comía y qué comía aquí en España. Igual que tenía todo el poder para decidir quién vivía y quién moría.

Año 2023. Tienes la nevera llena de carne, huevos, pescado, embutido, frutas… La despensa llena de legumbres, arroces, latas de conserva… A día de hoy no sabemos lo que es pasar “hambre”. A día de hoy, hay muchas personas que deciden lo que tenemos en el interior de nuestra nevera. Ya no es una mano sola la que decide. Nos preguntan. Y lo hacen. Así funciona la “democracia”. Otra cosa es qué poder utilizan respecto a la toma de decisiones de nuestras neveras en nuestras respuestas. Hay personas que creen en una forma de organizar la sociedad similar a la de una sola mano. Y estoy convencida de que son personas sin memoria. O si la conocen, no les importa, por propios egoísmos. Porque a ese dicho de “ojos que no ven, corazón que no siente”, si llegan al poder, lo que importa es su propio beneficio. Ésas personas siempre han existido, y por desgracia para el ser humano, siempre existirán. Lo que me sigue chocando es el pueblo, un pueblo que cree que puede ser dirigido por un “demócrata” disfrazado de dictador, por una falta de memoria.

Año 2023….

(Silencio)

¡Qué importante es tener la nevera llena! Porque de tenerla llena, a tenerla vacía, sólo hay un paso y depende en todos los casos de a quién le quieras dar el poder de unos que mandan sobre el pueblo. Esto es mientras el poder de conseguir todo lo que necesites, no lo consigas por ti mismo, sin depender de nadie.

Año 2023. Las paredes me saben a ocre por el atardecer que atraviesa la ventana. Niños que cantan en el parque. Un “Cumpleaños feliz” que suena adormecido por algún grupo de vecinos. El pasado no tiene consciencia a día de hoy. El pasado es borrado, cada vez que no es pensado, sentido, asimilado. El pasado ¿qué es? ¿Dónde está? ¿Qué pasó? ¿Y si existe una memoria, una “memoria del hambre” que de alguna forma hemos heredado? Muchas preguntas me quedaron a realizar a mis abuelos, muchas preguntas que no realicé a mi madre. Muchas respuestas sin resolver. Conocerlas es mi responsabilidad, es nuestra responsabilidad. Porque sino la “memoria del hambre” y todas las memorias atroces del pasado pueden volver a convertirse en una realidad.


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